Mujeres de Ley

La Nación publicaba ayer en tapa de su "Revista" un interesante artículo titulado “Mujeres en la Justicia”.


La historia que cuenta es la progresiva integración de mujeres a nuestra hermosa profesión, y vale la pena leerla, aunque desde luego no se trata de un ensayo riguroso sino de una amigable nota escrita para un folletín dominical.

Las pioneras

No figuran allí los hitos primarios de nuestro país: María Angélica Barreda fue la primera abogada al recibirse en 1909 en La Plata y Celia Tapias la primera el año siguiente en Buenos Aires, para convertirse luego en la primera doctora en Jurisprudencia en 1911.

La nota sí cuenta, con más detalle, la historia de la primera jueza de nuestro país, María Luisa Anastasi de Walter, que fue magistrada en lo Civil desde 1957 hasta 1973, evocada a través de un artículo escrito por su hija, la conocida periodista Sylvina Walger. Allí se dice –y no es de extrañar– que el ex juez Ignacio Anzoátegui la recusó alegando que "la justicia no podía emanar de una mujer".

“Mi madre no vaciló –dice Sylvina– y, previo contestar que la Justicia carecía de sexo, lo mandó preso a la Alcaidía de Tribunales. El tiempo limó estas diferencias y entre ambos se estableció una excelente relación.”

Aunque no venga al caso en el tema de este post, sí llama la atención -dentro de las cosas contadas por Walger- cómo en esa época el juez se asumía como un personaje distanciado del drama humano del caso, reluctante a ver al litigante como una persona de carne y hueso.

Siendo jueza jamás se prestó a una entrevista o a un diálogo con cualquiera de las partes en litigio. Una vez una pobre señora en vías de separación (por entonces no existía el divorcio ni el 67 bis) se animó a tocar el timbre de casa. Yo le abrí la puerta: la mujer lloraba desconsoladamente y pedía hablar con mamá. Mis desgarrantes súplicas fueron en vano y la dama emprendió el camino de regreso después de escuchar algo así como que la justicia no se impartía desde el domicilio particular del juez.


María Luisa Anastasi falleció en 2004 a los 87 años.


Mujeres en la Corte


Mucho antes que su par norteamericana (la primera mujer, Sandra O´Connor, llegó allí en 1984) la Corte Suprema Argentina tuvo presencia femenina entre 1970 y 1973, lapso en el que sus estrados tuvieron como jueza a la Dra. Margarita Argúas. No conozco mucho sobre ella, así que si alguien puede decir algo, los invito a hacer sus addendas en los comentarios del post.

Hoy tenemos dos: desde el 2003, Elena Highton (ex Camarista Civil), y desde el 2005, Carmen Argibay (ex integrante de la Corte Penal Internacional de La Haya, y que presidió la Asociación Internacional de Mujeres Juezas entre 1998 y 2000).

Y entre los criterios postulados por el decreto 222/03 para designar jueces en la Corte, figura la pauta de lograr una variedad en la composición de género en el Alto Tribunal. La consecuencia de esto es que, salvo que algo muy raro pase, nunca más vamos a tener Cortes formadas sólo por hombres.

Por su parte, muchas provincias tienen juezas mujeres en sus Cortes y Tribunales Superiores.


Las mujeres en la Universidad y en la profesión


Dicen en “La Nación”

Según el censo de 2004 en la Facultad de Derecho de Buenos Aires, el 61,4% son mujeres. Reflejo de las cifras totales del conjunto de la UBA, donde seis de cada diez alumnos son mujeres. Esto, a su vez, se repite en los posgrados, si bien la brecha es más exigua: hay un 45,4% de varones y un 54,6% de mujeres.

Pero también se dice que

sólo el 15% de las cátedras están a cargo de mujeres, a pesar de que las graduadas constituyen más del 50% desde fines de la década del 70


Mi experiencia particular está en línea con esos datos. Tanto en la cursada de grado que imparto en la Universidad Nacional de La Pampa, como en el posgrado que curso en la Universidad Austral, la proporción de mujeres contra varones del alumnado nos es “desfavorable” por 65 % a 35 %. Pero entre los profesores regulares, somos mayoría los varones.

Para salir del anecdotario se hace imperioso recurrir a datos "duros". En un estudio sociológico ya clásico (“¿Podrá cambiar la justicia en la Argentina?”, Fondo de Cultura Económica, 2001), Felipe Fucito daba cuenta de algunos datos pertinentes sobre el particular, extraídos de una encuesta realizada a 507 abogados.

Allí observaba que:

- Pueden encontrarse especialidades “masculinas” (concursos y quiebras, penal, derecho administrativo) y otras “femeninas” (familia, provisional), así como otras “indiferentes al género” (derecho civil patrimonial, sucesiones, laboral).

- Entre los abogados particulares, las mujeres aparecen sistemáticamente en una posición de mayor precariedad económica (el doble de las mujeres que los hombres atiende en su casa, por no contar con estudio propio o alquilado) de inconsistencia de clientela y de carencias que los hombres.

- Preguntada la muestra de mujeres sobre si existe discriminación contra las abogadas, un 10 % consideró que había una alta discriminación, un 40 %, baja discriminación, y el resto dijo que era inexistente.

- Una observación interesante es que la alta discriminación aparece como sentimiento mayoritario en la categoría de “hasta 34 años”, frente a las mayores. “Es posible –conjetura Fucito– que estas mujeres no acepten tratamientos que las otras consideran aceptables”.


En el balance, creo que el “sector público” de la profesión (las cátedras, los juzgados, la administración) es más permeable y que sí hay de momento un “techo de cristal” en los grandes estudios corporativos, donde me parece que existen –en proporción- pocas mujeres socias, aunque sí representen cuantitativamente la mayoría del personal calificado de su staff.

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Bonus track

El artículo de “La Nación” cierra con un ejemplificativo
“top ten” de mujeres que “representan hoy lo más granado de la familia judicial”, surtido con un currículum abreviado de los logros que engalanan cada nombre.

Más allá del doble arcaísmo de la expresión “lo más granado” y del brulote “familiero”, podemos leerlo de otro modo, no como un ranking de egos, sino como un simple homenaje y reconocimiento a diez chicas a las que –no me cabe duda– el arduo camino de la realización profesional y el reconocimiento de sus pares les puede haber llevado mucho más trabajo que el que les habría costado de haber sido varones.

1. Gladys Stella Alvarez
2. Stella Maris Martínez
3. María Angélica Gelli
4. María del Carmen Camiña
5. María del Carmen Falbo
6. Marta Elsa Nercellas
7. Mónica Pinto
8. María del Carmen Battaini
9. Hilda Kogan
10. Aída Kemelmajer de Carlucci

Esperemos que esa historia no se repita con nuestra generación.

Y, cuando tengan tiempo, traten de leer algo sobre la vida y la obra de Concepción Arenal, cuyos trabajos escritos en el siglo XIX revelan -en ciernes- una visión penitenciario-criminológica racional, sensible, sensata y humanista; salta a la vista la vigencia de su criterio en nuestra época posmo frente a la ridícula obsolescencia de otros "positivistas" spencerianos, padres fundadores del "peligrosismo" penal y de teorías "etiológicas" seudocientíficas que no dejan de reciclarse.