Mitos y arengas desde La Barbarie


Desde hace tiempo seguimos a La Barbarie ("un weblog colectivo sobre política y temas aledaños") y ahora decidimos pregonar aquí dos posts que nos han gustado especialmente, y que tienen que ver con el derecho constitucional sensu largisimo:

1. Mitos politológicos

En este post, María Esperanza refuta tres mitos recurrentes del imaginario "republicanista".

  • #1, Argentina debería moverse hacia un sistema parlamentario, ya que el parlamentarismo modera las posiciones políticas de los partidos;
  • # 2, Hay que eliminar las listas sábanas y votar un representante por distrito, porque esto eliminaría la corrupción;
  • # 3, Hay que eliminar las internas partidarias y hacer internas abiertas.

Si ustedes creen eso, y quieren saber por qué están equivocados, lean aquella entrada, y no dejen de mirar también sus comentarios alusivos.



2. Cinco (más dos) argumentos contra las políticas sociales focalizadas

El segundo mithbusting de María Esperanza es más viejo, y se ubica dentro de las coordenadas de "la modalidad de diseño e implementación de políticas sociales que fuera estrella en el mundo durante la década del noventa de la mano de la activa promoción de los organismos internacionales de crédito: las llamadas políticas sociales focalizadas".

¿Se acuerdan, por ejemplo, de la campaña de 2002 por "el hambre más urgente"? Ojo que no era un plan clientelista del gobierno, sino que fue una cruzada cívica impulsada, entre otros, por el diario "La Nación". Apuntaba a un plan de nutrición de los menores de cinco años y de las mamás embarazadas. En un contexto social tipo Titanic, la consigna "las mujeres y los niños primero" sonaba lógica, todavía suena lógica.

Ahora bien, ¿cuál es la alternativa a la política de ayuda "focal"? No es la no-ayuda, claro. Les guste o no a mis amigos liberales, el modelo de Estado de nuestra Constitución -si no les gusta, refórmenla- supone que tiene que tener un componente asistencial, aunque no nos dice si tiene que ser focal, o universal. Porque esta es la otra alternativa: se establece un derecho no sujeto a más requisito que la petición y la acreditación de una situación determinada: es lo que ocurre con el seguro de desempleo.

Simple y sencillo, la prestación debida por el Estado funciona con una lógica casi kelseniana, y tiene la ventaja de que no hay hijos ni entenados. Pero las universales son más caras, no generan gratificación electoral: su carácter automático desvincula y despersonaliza el beneficio de la decisión administrativa de la autoridad. También pasa esto, se dice: pueden terminar siendo ineficientes en la medida en que de ellas se aprovechan quienes, en verdad, podrían arreglárselas sin la ayuda del Estado.

Queda claro, por el momento, que el mix entre foquismo y políticas universales es una decisión de gobierno, pero también tendríamos que conceder que, en sentido amplio, sí existen políticas sociales universales que ya casi no reconocemos como tales porque las damos por supuestas: es el caso de la educación primaria gratuita, por ejemplo.

En cualquier caso, el "foquismo" quiere gastar mejor el dinero en ayuda social, asegurándose de que vaya sólo a quien lo necesita, y de que efectivamente se gaste el dinero allí, no en otra cosa. Pero, como dice La Barbarie, hay muchas cosas que pasan en el camino:


La focalización opera según una jerarquización tecnocráticamente determinada de los modos de la necesidad. Esto supone la conformación de por lo menos tres tipos de profesionales de la pobreza: planificadores, implementadores y evaluadores. Los del primer tipo –que son funcionarios, técnicos de planta y consultores de organismos internacionales—se ocupan de definir criterios para decidir cuando un pobre es lo suficientemente miserable como para ser digno de asistencia estatal. Los del segunto tipo se dedican a aplicar esos criterios, es decir, a definir quiénes van a recibir la caja, el vale, el plan o el subsidio y quiénes se quedarán sin el auxilio. Muchas veces, ganar 10 pesos más o menos significa pasar la línea de corte entre “suficientemente pobre” e “insuficientemente pobre”.

Así, se establece toda una entelequia tecnocrática que discute, en un contexto de pobreza y miseria generalizadas, si se es pobre ganando 600 pesos, 630, etc. Algunas formas de pobreza (si se es mujer madre de varios hijos) son consideradas “dignas y morales”, mientras otras (la del varón que es sano, la de la mujer sin hijos, las de la mujer con un solo hijo adolescente, por caso) son consideradas “inmorales” o por lo menos “dudosas” y quedan en general sin asistencia.

Por supuesto, escribe M.E., toda esta gente tiene que vivir de acuerdo a sus calificaciones, y eso tiene un costo; así, la focalización genera estructuras burocráticas enormes e innecesarias.


Hace unos días, Artemio Lopez jugaba con algunos números de la Secretaría de Desarrollo Social de la Ciudad de Buenos Aires en los años 2000 y 2001. Durante ese período, había en esta Secretaría un empleado municipal por cada 40 pobres censalmente registrados. Más o menos de cada peso gastado en programas financiados por Banco Mundial o BID 75 centavos vuelven a la propia burocracia, en forma de pagos a profesionales. Si se tomaran los recursos necesarios para sostener todas las estructuras formadas por planificadores, implementadores, evaluadores externos, auditories, secretarias, técnicos en computación, etc., necesarios para hacer funcionar los diversos ministerios de Desarrollo Social, se pusiera la plata en bolsas y se la arrojara sobre, digamos, la Matanza o la Cava desde helicópteros, la relación costo-llegada al beneficiario sería mejor.

Hay más argumentos, algunos que se derivan clarito de las consecuencias de esto, y que pueden leerse en este link. Me importará resaltar un puntito más, porque pocas veces se computa que las altruistas ONGs también pueden quedar atrapadas por la lógica foquista, y porque ello explica cómo (L.B. dixit) aún los más idealistas se terminan convirtiendo, ellos también, en gestores de la pobreza ajena.

El mismo tema fue objeto de un update ulterior, en este otro post, donde se incorporan "dos nuevos argumentos contra las políticas sociales focalizadas", y la cosa se pone más espesa. Se dice allí, [1], que las políticas sociales focalizadas son reactivas, no proactivas (obvio, sólo actúan una vez que la privación ha sucedido; es como si Sarmiento en lugar de promover escuelas primarias hubiera propiciado centros de alfabetización para adultos mayores), y [2] que las políticas sociales focalizadas fragmentan las comunidades y erosionan los lazos sociales. Esto es, bajo el telón de fondo de aquellas diferencias mínimas que segregan a quienes “reciben” y a quienes no, los beneficiarios se empiezan a vislumbrar como no como pares en la mala sino como potenciales competidores en la gracia del subsidio, destruyendo así el que es prácticamente el único capital propio con que cuentan las comunidades pobres: sus lazos interpersonales de solidaridad, es decir, cómo la gente se ayuda entre ella.

Todo esto es puro sentido común, y lo ven bien -si quieren verlo- aquellos que hacen trabajos de asistencia social en la trinchera . Como cuenta esta viñeta, con la que cierro este metapost (un post que habla de otros) invitándolos a abrevar de la fuente original:

En febrero del 2002, en lo más profundo de la crisis, el programa FOPAR daba subsidios de hasta algunos miles de pesos a comedores barriales en barrios y villas. La evaluación de la solicitud estaba a cargo de un equipo técnico formado por varios consultores, un evaluador de las planillas de costo-beneficio y un pasante que iba al comedor a revisar que estuviera realmente en un barrio pobre y que no estuvieran planeando irse a Cancún con los 5000 pesos. Todo el proceso llevaba cuatro meses. Este subsidio era focalizado, es decir, se pedía que el comedor lo utilizara para alimentar solo niños, embarazadas y ancianos mayores de 65 años. En todas las solicitudes de fondos que leí, las responsables de los comedores decían lo siguiente: “nosotros podemos decir que vamos a atender solo chicos, pero sería una mentira. Acá juntamos todos los recursos y les damos de comer a todos los que piden. Hay adultos que también tiene hambre, y viven acá en el barrio, y no vamos a echar a alquien que tenga 63 años en vez de 65. No nos pidan a nosotros que echemos gente.”

(En las partes citadas de L.B., los subrayados son nuestros)