Carlos S. Fayt (90)

Lnk (Update): "Fayt canta los noventa", nota de la casa publicada en Página 12 (1.feb.08)

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¿Quién es el juez más grande del país? Una respuesta posible es Carlos Santiago Fayt, juez de la Corte Suprema de la Nación, quien el próximo 1º de febrero cumple 90 años. Que además puede ser, como Independiente de Avellaneda, el más grande de América: le gana en veteranía a John Paul Stevens, justice de la Corte Suprema de los Estados Unidos desde 1975 (lo designó Gerald Ford) que nació en 1920.






carlos, fight!


Nació en Salta en 1918, pero de muy chico su familia se mudó a Capital. Vivió por José Hernández y Libertador (que entonces se llamaba Blandengues), y en esa zona ahora top él habitaba la última casa de la ciudad, el finisterre.

Conocido como profesor de Derecho Político en la UBA y por su activo rol en la la Asociación de Abogados de Buenos Aires, el de juez de la Corte Suprema de la Nación fue su primer cargo en la magistratura. Cuando llegó allí, en 1983, tenía 65 años. El 23 de diciembre de 2007 cumplió, junto con Enrique Petracchi, su 24 aniversario en funciones. En el ránking histórico de antigüedad en la Corte, ambos superarán a Roberto Repetto (1923-1947) y van por el récord de permanencia de Antonio Bermejo (1903-1929).

Fayt está casado y tiene una hija. Suele faltar a la Corte en días de crudo invierno porque no quiere tomar frío, pero -hasta donde sabemos- goza de buena salud y le sobran energías para renegar y parar en seco, con reto público, a los abogados de las empresas del Riachuelo-Matanza cuando sentía que le estaban dando bullshit en los alegatos que celebró la Corte en la causa por la contaminación. Hoy por hoy, en la Corte discuten si le van a festejar el cumpleaños, pero la jurisprudencia está dividida, porque parece que él no quiere.



El caso "Fayt"

Fayt tiene un famoso caso que lleva su nombre. En 1999 la Corte –obviamente, sin su voto, porque él estaba excusado en su propia causa- declaró inconstitucional una cláusula que lo afectaba y que se había introducido en la Reforma de 1994: el art. 99 inc. 4º, que establecía que los jueces que llegaran a 75 años debían tener, para seguir en el cargo, nuevo nombramiento por acuerdo del Senado, que se daría por cinco años, con chance de ulteriores renovaciones al cumplimiento de cada quinquenio. Hubo muchos que se divirtieron, y hasta escribieron papers, con la paradoja de que se haya declarado inconstitucional un artículo de la Constitución, pero el caso es en verdad casi trivial y la resolución fue de manual. El Poder Constituyente derivado no es soberano, sino que está limitado a los temas habilitados para la reforma y, como razonó la Corte, no había en la ley de convocatoria a la Convención de Santa Fe/Paraná previsión alguna que habilitase “una modificación de significativa trascendencia a la garantía de la inamovilidad de los magistrados judiciales federaes a partir del cumplimiento de una edad determinada”.

El fallo puede leerse en este link.

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Es un poco enojoso avanzar en valoraciones, poniendo en contra de Fayt la carga de la prueba para resistir un archivo de tantísimos años. Arriesgo: a mí me gusta mucho más el Fayt de los fallos que el Fayt de los libros (tiene 33 publicaciones, según su currículum de la Corte). Contra lo que él piensa –y muchos, supongo, también– “La Naturaleza del Peronismo” y el “Tratado de Derecho Político” me parecen obsoletos y bastante cerrados en su enfoque, y no deberían tener sino un lugar marginal en los estudios de la materia. No leímos, ni emitiremos opinión, sobre el opúsculo “Cuando seas abogado”. Hay libros más nuevos, publicaciones de tapas duras de “La Ley”, en los que refrita votos de su jurisprudencia, que no están mal, pero que no son obras originales. Y por el contrario, le reconocemos a Fayt muy buenos votos y disidencias, aún cuando uno no las comparta (caso, por ejemplo, de la del fallo “Simón”).

Pero claro: no querríamos que un juez tuviera excelentes libros y fallos malos, una combinación ciertamente no inusual. Por eso en nuestro balance Fayt tiene alto saldo a favor, no quedan dudas de que se ha manejado como un juez independiente y con vocación de servicio, y la realidad nos ha llevado a concluir en que eso ya es decir mucho.



Fayt, en sus propias palabras



Luces y sombras de Fayt se ven en estos arbitrarios extractos de la larguísima entrevista que le hicieron hace tiempo en “Lecciones y Ensayos”, ordenados según rótulos nuestros, y pegados en conveniente orden alfabético.


Ajedrez. Aprendí ese juego a los diecisiete años y llegué a ganar un campeonato de la zona y luego gané el campeonato metropolitano de la cuarta categoría. Pase así a tercera, pero abandoné totalmente el juego porque llevaba muchísimo tiempo. Preferí el estudio al juego de ajedrez, aún sigo con la afición que no se olvida. Un ajedrecista jamás se olvida del juego y la pasión permanece en él y le permite ver las alternativas de dos o tres variantes que le suele presentar la vida, es decir, la visión de las posibilidades que plantea cualquiera de los problemas que debemos enfrentar y resolver en el curso de nuestra existencia.

Bastones largos. Producido el golpe militar de Onganía vino la noche de los bastones largos, se apalearon a profesores y estudiantes. En la Facultad de Derecho se hizo, por primera vez, una reunión del claustro de profesores, nos citaron. En el fondo era para elegir y designarlo interventor de la Casa a Videla Escalada, esa era la intención. Yo sólo dije que debía investigarse, previamente, el porqué se había realizado y cómo se había realizado ese operativo de la intervención a la Facultad. Ni Soler, ni Oderigo, ni otros hombres que se tenían por maestros me apoyaron. Al contrario, dijeron que no debíamos investigar. Y no faltó el profesor que dijera que los estudiantes habían atacado a la policía. Es decir, se negaron a investigar los acontecimientos. Eso originó mi renuncia. Yo no quise hacerle caso a mi amigo Isaac Halperin que, además de profesor de Derecho Comercial y juez de la Cámara Comercial, era una de las mentes más claras que tuvo al país. Él me dijo “no cometas el error de la política del gesto, en la Argentina no sirve la política del gesto”. Yo fui el primero que salí de esa Asamblea, renuncié a mi cargo.

Corte Suprema. Hay nuevas dimensiones que se abren, en estos veinte años, que fueron establecidas por la Corte y que han merecido el respeto y el comentario de nuestra jurisprudencia en los mejores centros mundiales ¡Acá no! Un argentino no conoce qué es la Corte, ni qué función tiene, ni el nombre de quienes la integran, ni los antecedentes académicos, personales, jurídicos etc.. Y, sin embargo, la ha hecho centro de sus críticas, piensan que es una especie de nido de analfabetos, ignorantes y corruptos. Gritan que se vayan, no saben ellos lo que están haciendo. ¿Cómo modifica usted eso? ¿Cómo lo van a modificar en el futuro? Yo he sostenido que la Corte argentina no debe conocer más que en 200 casos. La Corte norteamericana, con 270 millones de personas que habitan Estados Unidos, conoce entre 80 y 150 casos al año. Yo veo 80 casos en una semana, ahora mismo debo tener 60 afuera. La causa de esta situación es que se ha ido produciendo un fenómeno de descarga en la Corte de todas las cuestiones creadas por la situación económica. Si no pueden pagarse a los jubilados se establece un recurso ordinario ante la Corte a favor de la A.N.S.E.S. La Corte se ha transformado en un tribunal de ramos generales y no puede ser. ¡No puede ser...!

Jurisprudencia de la Corte; su visión. La Corte ha innovado mucho sobre información y comunicación. Se transformó el derecho de publicar las ideas por la prensa, en el derecho de información individual; en derecho a la información, en el derecho social a ser bien informado y el derecho patrimonial que tienen las mega empresas que manejan el negocio de la noticia ya que como ustedes saben, la noticia se ha convertido en una mercancía. Además, se ha establecido el derecho de respuesta, que se conoce como réplica. En defensa de los periodistas se ha consagrado la real malicia. Además, se ha reconocido el control de constitucionalidad de oficio por la Corte. La Corte de los Estados Unidos todavía no lo hizo. Las cuestiones políticas, que antes estaban prohibidas para la Corte Suprema de Justicia, las cuestiones electorales que antes estaban vedadas. Además de eso, la función dirimente de la Corte. Dirimir no es juzgar, no es conciliar, no es arbitrar. La conciliación busca el arreglo entre las partes, el juez es el que dicta sentencia. El que dirime es el que compone, el dicta el procedimiento y la sentencia de acuerdo a equidad, a lo que le parece, en la Constitución se da esa función a la Corte en los casos entre las Provincias, y acá hemos sostenido que también lo puede tener la Corte cuando sea la Nación y las Provincias, ¿por qué? Porque tiene que componerse el todo y la parte.

Piqueteros. Cuando yo voy al Congreso de Roma, de la Asociación Internacional de Ciencia Política, donde presenté mi trabajo sobre grupos de interés, es decir, en este trabajo distinguí con claridad entre lo que es un grupo de presión y lo que es un grupo de tensión social, ese fue mi aporte, que lo he dejado ya para que lo manejen en la bibliografía mundial, como grupos de presión y de tensión social, grupos de tensión social serían los piqueteros.

Procurador General. Se le ha dado al procurador general -que antes era un colaborador directo de la Corte- la función de dictaminar en todos los recursos extraordinarios. Tenemos la obligación de mandarle al procurador general todos los recursos extraordinarios y esperar que dictamine. No podemos rescatar el expediente, no obstante no ser obligatorio para nosotros su dictamen. Hubo veces en que había dos años de atraso en la Procuración.

Sánchez Viamonte. Recuerdo con fascinación la lectura de un libro que me abrió un horizonte y que ha influido en mi comprensión del Derecho Constitucional. Este libro, cuyo autor es Carlos Sánchez Viamonte -quien fue para mí el más original de los constitucionalistas argentinos- fue publicado en el año 1934 y se llama “Hacia un nuevo Derecho Constitucional”. Este libro, y luego el “Compendio de Instrucción Cívica”, que es en realidad un tratado de Derecho Constitucional -también de Sánchez Viamonte-, fueron las dos obras que más gravitaron en mi pensamiento en los años de facultad. En “Hacia un Nuevo Derecho Constitucional” narra la defensa que hace de las nuevas tendencias del constitucionalismo social en la asamblea constituyente de reforma de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires del año 1934, en lucha contra las demás fuerzas conservadoras, socialistas etc.. Eso me apasionó, prácticamente, me deslumbró. Él nunca fue maestro mío, yo no recibí clases orales de él. Tuve la suerte de ser su amigo hasta su muerte.

Servicio Militar. Lo hice como estudiante, se hacía tres meses en ese entonces, un mes y medio de orden cerrado que es el que se hace en el cuartel con todos los movimientos y los ejercicios y un mes y medio de orden abierto que se hacía en Campo de Mayo, nos ponían en carpas, teníamos que armarlas, abrir las zanjas donde teníamos que hacer nuestras necesidades, etc. Era un tiempo amargo al mando de los sargentos y los cabos. Eran duras las cosas, pero yo aprendí y nunca se borró de mi memoria el juramento a la bandera, me cayeron las lágrimas y a la promesa de seguirla, y de ser necesario entregar la vida, no lo olvidé jamás. Creo que es absolutamente necesario que los jóvenes hagan, no ya el Servicio Militar, sino algún servicio social.

Socialismo. Yo fui socialista porque era lo más transparente y yo soy un demócrata. Si ustedes me preguntan qué soy políticamente. Yo les digo: soy demócrata en toda la extensión que yo le doy a la palabra y que he expresado en mis libros. Creo, sinceramente, en la vieja máxima de la Stoa griega (de los estoicos) que en su templete pusieron que “el hombre sea sagrado para el hombre”. Todavía, a lo largo de la historia no lo ha sido, pero creo en eso. De manera que no estoy apasionado por ideología alguna, soy un critico de ellas, de las ideologías, es decir, tengo la suficiente experiencia por haber estudiado y por haber vivido que las ideologías existen y seguirán existiendo, pero no traen la solución de las cosas. Sé que son espurias, que no tienen sustancia, lo otro sí, pero creo que la democracia contemporánea que gradualmente va adquiriendo forma y contenido no es la democracia gobernada; la democracia puramente representativa, sino la democracia gobernante. Para eso necesitamos una revolución cívica porque no hay democracia sin demócratas. Vean ustedes, esto que tenemos en las calles es un embrión de un grupo de tensión social, alimentado con las arcas del Estado, que no tiene una noción clara políticamente de sus derechos. Sólo el hombre, convertido en ciudadano y en demócrata puede traer mejores soluciones. Pregúnteles por quien votaron, ellos podían manejar esto de otra manera y están dando un espectáculo cercano al ridículo. Yo lo siento porque es gente que tiene en el sufragio la herramienta política sustancial para los cambios históricos.