La muerte de un constitucionalista

Sin caer en la idealización del pasado -Alfonsín no tuvo la suerte de Alan García, si hubiera sido unos años menor iba a tener su segunda chance por la sola deriva del revival ochentoso-, sin pasar facturas de deudas prescriptas, ¿qué se puede decir sobre Alfonsín que no se haya dicho?

Capaz esto. Nuestra formación jurídica suele pensar que los "constitucionalistas" son los señores que escriben tesis o manuales de derecho constitucional. No es falso, pero es limitativo y un autoengaño, si no computamos que estos "constitucionalistas" tienen una influencia mediata y limitada, casi siempre acotada a la praxis judicial, muy subordinada a los hacedores de constituciones, a los defensores de constituciones, que suelen ser hombres más prácticos, menos incontaminados, más impuramente "políticos".

En esta lista de "constitucionalistas" no reconocidos habitualmente como tales, Alfonsín es el primero. Lo vemos en cinco momentos.

1, momento que no toma a título personal, sino como parte de un colectivo, la lucha por la Constitución desde la cuasi-clandestinidad de la APDH durante la dictadura.

2, la campaña presidencial del 83. La mejor campaña de todos los tiempos, con Alfonsín (y Ratto, su publicista) en un estado elevado de la percepción, en un estado de gracia que duró poco, pero qué lástima no haber estado ahí como adulto para verlo en primera persona. Primera vez que alguien hace liturgia constitucional explícita y funciona, recita el Preámbulo como parte fija del speech, nadie tuvo la cadencia y la credibilidad para hacerlo así, nadie más la tendrá (nadie más nunca tendrá la tampoco un auditorio menos contaminado por el cinismo). Al oír a Obama el año pasado uno pensaba un poco en que algo así debía ser Alfonsín, pero más, pero nuestro.

3, un par de años mágicos, Alfonsín "in the zone", la primavera del optimismo democrático. Forma una Corte Suprema independiente (que hilvana a su turno fallos brillantes), deroga la ley de autoamnistía, se hace asesorar por Nino, Malamud, D´Alesio, forma la CONADEP, insta el juicio a las juntas. Sepanlo: si hoy, a 25 años, es difícil hacer que las causas a militares anden rápido, cuánto más difícil debió ser entonces.

4, pidiendo la hora, sea como sea, consiguió darle el bastón a otro presidente electo. Se bancó una presidencia donde todo era un campo minado, le crecían los enanos. La presidencia fue una montaña rusa, pero en todo el frenesí, fue el primero que saludablemene no se tomó la Constitución tan en serio y vio que el "monumento" de 1853/60 tenía algunas fallas estructurales, quiso remozarla de la mejor manera, convocó al Consejo para la Consolidación de la Democracia para que elaborara proyectos y principios para reformarla.

5, a propósito de lo anterior, Alfonsín es el verdadero gestor de la Constitución que tenemos. Hoy seguramente lo elogian quienes hicieron vil campaña poniéndolo como el claudicador del Pacto de Olivos. Las cosas que decían en ese momento Natale y Vanossi, por nombrar dos del palo constitucionalista, acusándolo de propulsor del sacrilegio institucional. La visión retrospectiva muestra que Alfonsín tenía razón: si no fuera por el Pacto, hoy tendríamos la misma Constitución de 1860 con reelección presidencial indefinida (colegio electoral, senadores no votados, elección de jueces sin concurso y remoción sólo por juicio político, período presidencial de seis años, y mil pecados de origen y de obsolescencia en cada artículo). El pacto tuvo un costo altísimo y Alfonsín se la bancó, se inmoló soportando críticas arteras, palizas electorales. Pero ahí está la constitución del 94, a mi juicio: la mejor que podríamos tener habida cuenta de las circunstancias.


Lnks

- Me gustó la nota de Mario Wainfeld en P12, este párrafo en especial:

"El ex presidente se afilió al radicalismo a los 18 años y militó hasta dar el último suspiro. Fue un militante inclaudicable, amén de un dirigente de primer nivel, un presidente ungido por clamor popular, un batallador en el llano o en la cima. La vocación política signó su existencia. Atravesó con entereza su enfermedad y murió en la casa donde siempre vivió. Por si es menester subrayarlo: todas estas referencias son elogios en la escala de valores del cronista. Los políticos democráticos de raza, aun aquellos con los que se disiente o se embronca, le caen mejor que la nueva cosecha de deportistas (fogueados en deportes individuales), empresarios ricos, hijos de empresarios ricos o gentes de la farándula que surfean en la antipolítica en pos de votos, a veces con buena fortuna".

- Tarea para el hogar para todo aquel que le endose las leyes de "impunidad": leer "Juicio al Mal Absoluto" de Carlos Nino.

- Tengo algunas calenturas dispersas que no me parece justo poner al mismo nivel del post; van al primer comment.