Sudáfrica 10, 10 tesis sobre el fin del mediocampismo



En la foto, Atlético Santa Rosa 2010, ejemplo exitoso de fútbol sin mediocampo, formación “real” 4 – 2 – 4. Como apuntara Milton, el más eficaz equipo de la Liga Cultural señala el futuro del “caso Selección” a escala 1:100, al haber dado por accidente con la feliz idea de no amuchar gente en la franja central.


1.

En el fútbol básico, el fútbol de pocos jugadores, el maravilloso fútbol de los niños y de las canchas chicas, no existen los mediocampistas. O atacás, o defendés: a los mediocampistas los vomita Dios.


2.

Pero algo pasó en algún momento y de repente todos quisimos ser mediocampistas. El defensor debe demostrar que puede cumplir doble función como “salida” del equipo. El delantero, congruentemente, quiere demostrar que puede dar una mano atrás, marcando, tapando huecos, acovachándose entre los volantes. De una forma u otra, al jugador se le exige hacer “horas extras”.


3.

Ahora, miren a la Selección.

Defenderá con cuatro centrales cuya nominación de memoria (Otamendi, Samuel, Micho, Heinze) es declaración de principios: no me importa el juego por las bandas. Como en la NBA, la canción de estos cuatro es de-fense, de-fense, de-fense, y en los ratos libres, de-fense.

Ataca también con cuatro: en la formación final más probable, los dos volantes laterales (la gran figura del Mundial, Angel Di María; y los mal comprendidos Jonás o Maxi Rodríguez) serán dispositivos de ataque, para completar un poker de delanteros “reales” con el binomio Messi + Higuaín.

Los únicos animales de mediocampo que quedan son Mascherano y Verón. Mascherano para retrasar los avances del rival. Verón para muñequear los avances nuestros.

Conclusión: mas allá de cómo se paren en la cancha, funcionalmente la Selección de Maradona es un muy innovador 4 – 2 – 4. ¿Dónde ví eso, por qué hay un deja vu? Ah si, claro, fue todo este otoño en el Mateo Calderón.



4.

El mediocampismo parte de la demencial premisa de que los partidos se deciden y se ganan o se pierden según lo que ocurra en la mitad de la cancha. Este mito ha prosperado a pesar de su falsedad evidente: todos sabemos que este es un juego que se cuenta por goles y que consecuentemente se resuelve en las dos áreas y en ninguna otra parte.


5.

En términos estéticos, la flexibilización laboral en la división de funciones del fútbol nos ha legado un peor juego. Si todos queremos ser mediocampistas, quedan dieciséis jugadores apilados en pocos metros de terreno como muñequitos de metegol, chocándose entre ellos.

El canon estético de nuestra táctica es el equipo “corto”, esto es: un equipo que distribuye irracionalmente sus espacios y comprime la gente en el lugar menos decisivo para la suerte del partido.

Por eso es también que, no sólo en términos estéticos, sino de la misma eficacia, el ardid mediocampista languidece, víctima de su propio éxito.


6.

La validación de un cambio de paradigma exige que el equipo que mejor lo encarne sea el ganador de la verdadera y única Copa del Mundo, la que juegan las Selecciones cada cuatro años.

Los dos últimos grandes y perfectos equipos mediocampistas (el Chile de Bielsa, la España de la Eurocopa 08) tienen en Sudáfrica su última cita con la historia, y la van a perder, porque están del lado equivocado de la historia. They LTA.

La imperfecta Argentina, con su inexperto técnico, no es mediocampista. Y nada es tan fuerte como una idea cuyo tiempo ha llegado.


7.

Con su anómalo 4-2-4 Argentina ha comprendido que su juego debe ser otra cosa, no el juego que todos juegan. Un equipo largo con especialistas en defender y especialistas en atacar.

Todas las decisiones más controvertidas de Maradona cobran rápidamente sentido cuando uno advierte eso. ¿Recuerdan el comienzo del conflicto con Riquelme? “Jugando ahí no me sirve”, decía Diego.

“Ahí” es esa borrosa posición niní, ni delantero, ni volante, esa cosa llamada “enganche”, uno de los efectos colaterales del mediocampismo, con su desfile horroroso de ambigüedades y redundancias tácticas, los carrileros, el doble cinco, y ya que estamos, la duplicación del disparate, el “doble enganche”.



8.

Ironía: la Argentina de Maradona 1986 fue el primer gran equipo desembozadamente mediocampista (no veremos destacarse a ninguno de sus defensores ni delanteros: Valdano y Burruchaga fueron material fungible, pudieron haber sido cualquier otro par de delanteros de los veinte equipos de primera de ese entonces).

La Argentina de Maradona 2010 tiene la posibilidad y la responsabilidad de enterrar el nefasto mediocampismo.



9.

Maradona no tiene una teoría sobre el fin del mediocampismo, como la podría tener un Van Gaal. Ha llegado ahí por aproximaciones sucesivas, y más que nada condicionado por felices carencias en los puestos fetiches de los esquemas mediocampistas (lo dicho: “carrileros”, “enganches”).

Lo que Maradona tiene es una intuición muy firme que se puede advertir uniendo los aparentemente caprichosos puntos de sus convocatorias. Y de sus no convocatorias: Riquelme aparte, las otras dos controvertidas exclusiones, Zanetti y Cambiaso, resultan entonces, así leídas, perfectamente lógicas. No tienen ticket para Sudáfrica porque son piezas diseñadas para funcionar en un mediocampo de muchos hombres y que funcionan muy subóptimamente cuando se las saca de ese hábitat.


10.

He dicho que Maradona ha tenido la lucidez de aplicarse prácticamente al abandono del mediocampismo. Sin teoría previa, sus soluciones son más intuitivas y tácticas que estratégicas. Pero, peligro. En el planteo de la selección hay un resabio del paradigma del mediocampismo, un vestigio de la escala evolutiva: Juan Verón.

Esto es una concesión a la tradición, y puede funcionar de dos formas. Bien, como el necesario eslabón perdido para evitar saltos al vacío, como un salvavidas para los momentos en que momentáneamente sea necesario atrincherarse en un esquema mediocampista.

O mal, si Verón cobra protagonismo y liderazgo y pretende a contrapelo que el equipo funcione con una lógica mediocampista cuando está armado para otra cosa. Nos preocupa que Verón sea tan reverenciado por la prensa, acaso atormentada por el complejo de culpa luego de que lo crucificara injustamente responsabilizándolo del mal juego del mundial 2002, a punto tal que es uno de los jugadores semánticamente, imaginariamente “intocables”.

Bien, en una de esas la fortuna ayuda y hace que este problema venga a resolverse solo (y Pastore sería a Verón 2010, lo que Brown a Passarella 1986).



Lnks

- Hernán Iglesias Illia en QUO: Por qué nos gusta el fútbol.