Argentina - Grecia | Opinión de la jueza Dra. Elena Highton de Nolasco

Soy Elena Highton de Nolasco, pero me dicen Helen. Hay algo de Troya ahí. Me toca este tercer partido, que por la aparente falta de urgencias es el más propicio para mirar cuestiones de fondo, no formalidades o accidentes más propios de un resultado.


La angustia de la página en blanco

Dos días más tarde, poco para decir. En cierto sentido, escribir algo después de haber leído lo que todos ya han escrito se parece a lo que hace un juez de alta instancia. No queda margen para decir cosa nueva o interesante.

Pongamos, por ejemplo, la desincriminación de la tenencia de estupefacientes para consumo personal, o el caso de nulidad de los indultos. Yo les dije a mis secretarios: no tenemos salida, cualquier cosa que pongamos va a pasar que viene alguien y dice, "pero la Corte no está haciendo otra cosa que plagiar a Nino en su celebrado artículo de 1978", o "esto es lo mismo que el amicus que el CELS presentó ...".

Ser juez requiere humildad: no se puede ser original. Sépanlo: yo no intento serlo.


El rival


Debemos ante todo reivindicar al equipo griego por su humildad epistemológica, una condición socrática poco frecuente. Grecia, incorruptible, en ningún momento intentó hacer lo que sabía que no podía hacer, esto es, jugar al fútbol. Mi sensación es que lo que vimos fue un gran, meritorio partido, del seleccionado griego de básquet.


Argentina y Palermo

No voy incurrir en esa zonza libretita de calificaciones de boletín escolar. Aquel que califica cosifica.

Lejos de eso, la mirada machista, exitista, superficial y sensacionalista dará tapas a Palermo en un relato épico. El self made man. El que la mete. El comeback kid, el burro redimido. El destino manifiesto.

Tengo sobre el juego una mirada orgánica, vital, zen. Fue Messi el líbero que titubea y deja regalada la pelota permitiéndole anotar a Corea. Es Demichelis el petiso gambeteador que se hamaca y encuentra siempre y cada diez minutos el contrapié del zaguero para pasar entre cuatro rivales.

Los tres penales del 99 contra Colombia los erramos todos, no Palermo. Si Palermo no los metía fue porque se sentía sospechado, incómodo, intruso, mal inspirado, no merecedor (él ni su grupo) de la mínima gloria de un gol de penal. Ayer Palermo ingresa en un equipo que por varias razones está en estado de gracia. Todos piensan, todos pensamos, que Palermo va a entrar y va a hacer un gol. Y Palermo va y lo hace.

Palermo somos todos.

Palermo soy yo, Helen Highton.


Partido al que se pareció ese partido

Por trámite, la comparación más obvia podría ser Argentina 2 - Bélgica 0, semifinal de México 86. Claro que los belgas no tenían evidentes problemas de motricidad ni se chocaban los banderines del córner.

Pero a veces los parecidos se encuentran a través de las diferencias. Entonces vamos al tercer partido de la Copa América 95. Argentina ha clasificado ganando brillantemente los dos primeros juegos de la fase de grupos. Debe jugar con Estados Unidos. Passarella "reserva" a los titulares para los octavos de final. Les hace sentir a los suplentes su condición irrevocable de tales.

Los suplentes entran sintiendo que ellos juegan porque no hay nadie peor ahí para poner.

Un equipo que técnicamente era muy superior al semiamateur norteamericano se lleva una derrota humillante. Argentina pasará igual, pero lo que era un partido trámite y "para probar cosas" se transformó en una pequeña catástrofe, tal vez el temprano fin de la inocencia de la refundación passarelliana del fútbol.


La pregunta obvia es por qué Maradona hace lo mismo pero en lugar de jugarle muy mal, casi todos los suplentes le juegan muy bien, y se van contentos aún sabiendo que la mayoría de ellos han jugado sólo porque el grupo estaba casi definido. La respuesta, a continuación.


Maradó

Al principio de este mundial, este mismo blog buscó algunas claves tácticas para explicar las entonces improbables chances argentinas. Se trata de un pasatiempo masculino muy difundido, con numerología y vectores, algo tan elaborado y complejo como una carta astral, y tan científico como eso lo es a la hora de explicar una partido o una vida respectivamente.

Por el contrario, yo tengo una perspectiva más bien social, transpersonalista, y creo que la clave de Maradona está en esa sintonía. Con la mística de la confianza, con la pedagogía de la autonomía, Maradona conduce no conduciendo. Menos es más. Democracia deliberativa y delegativa no son excluyentes. Maradona no hiere la autoestima del otro con instrucciones o preceptos: se centra en enumerar objetivos ("entrá y definímelo") asumiendo que el destinatario tiene discrecionalidades y aptitudes para cumplir con la orden. Las expectativas alimentan al sujeto y el sujeto se las come.


El detalle

Messi se parece a Franz Kafka



Lo que pasa es que lo subestimamos.

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