Pelizzari

Hoy nos tocaba seguir con la novela encadenada, capítulo 3. No renunciaremos a ella, mucho menos ahora. Sólo la suspendemos. Razones de fuerza mayor nos llevan a interrumpir por un momento ese contrato de lectura y pasar a otro registro.

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El otro día –a cuento del tan bien prenseado “
positivismo inclusivo” en el que nos enrolamos- se me ocurrió que Pelizzari era -por supuesto- un “positivista exclusivo”.

Pensé que alguna vez iba a contarle ese chiste bobo, y que el lejos de desmarcarse se iba a congraciar, que iba a reivindicar esa categoría. Era divertido discutirle un poco, y muy pertinente, porque estábamos en desacuerdo en muchas cosas, desde la vista general de la evolución del sistema jurídico argentino hasta el rol del derecho contravencional en el tránsito (simpatizante culposo de las causas antipaternalistas, Pelizzari tenía ganas de que le hicieran una multa por no llevar casco
para poder litigarla).

Pero no habrá chiste: en la ventana de tiempo entre el gol de Demichelis y el gol de Palermo llega el SMS.

Es difícil describir el carácter de Pelizzari sin incurrir en enumeraciones aparentemente contradictorias. Súper obsesivo, inquieto, desordenado, estudioso
de los libros pero también de los expedientes, fumador compulsivo, curioso pero no veleta. Un conservador disconforme; un heterodoxo y a la vez un orgánico del Poder Judicial.

Articulaba un set de convencimientos o ideales casi blindados (liberalismo político, self restraint, ética y épica del trabajo) que defendía a golpes de sarcasmo, honestidad brutal y desconfianza metódica. Tenía
entusiasmo, la mejor de todas las virtudes catalogables para alguien que trabaja en el Poder Judicial, tal vez para alguien que trabaja a secas. Y también una saludable dosis de calle en el mejor sentido de la palabra: conocimiento muy intuitivo del terreno social, de la idiosincracia del medio y de sus operadores.

Me da pena y bronca pensar que muchas veces tuve la sensación de que Pelizzari armaba de contraataque y en dos frases malditas argumentos ad hoc que generalizados eran -sin regalar nota- la mejor materia prima de lo que teorizaría un Sunstein, un Waldron, un Scalia.

Otra vez se podrá discutir en abstracto cuánto valen, pesan, suman y restan cada una de las cosas que tratamos de bosquejar acá. Todo esto es literatura. En concreto, yo pienso esto: cuántos Pelizzaris habrá en el sistema jurídico argentino. Yo creo que muchos. Cuántos más tal vez debería haber.

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Julio Pelizzari era presidente pro tempore del Superior Tribunal de Justicia de La Pampa. Tenía 64 años. Murió ayer, en Buenos Aires, mientras estaba recuperándose de una operación.