A propósito de Earl Warren

Con la ventaja que nos da el tiempo y la distancia, claro está que la cosa con Earl Warren era así:

Warren sabía que le estaba alquilando a rufianes, en cuasi complicidad.

O bien

Warren supo luego que en los departamentos se ejercía la prostitución, y se desentendió del asunto, reprochable actitud, incluso con algún tinte de encubrimiento.

O bien

Earl Warren hizo lo que cualquier propietario de muchos inmuebles hace: delega en una inmobiliaria el ponerlos en alquiler y se desentiende del trato con los inqulinos. Pero shit happens y el resto es historia.

Es posible que por muchas cosas a Warren lo estuvieran esperando para pasarle facturas pendientes. Pero capaz le pasaba lo mismo a Stanley Reed o a Hugo Black y las secuelas del caso no diferían mucho. Es ministro de la Corte y una figura pública, lo acosarán y requerirán los periodistas un buen par de semanas, lo van a matar en la FOX y se van a burlar de él en The Onion, habrá chistes y sarcasmos garantizados de los oyentes y comentaristas digitales, harán su condigno desagravio los colegas, otros lamentarán o festejarán en silencio el infortunio, esperablemente algunos abogados y políticos pedirán su renuncia o propiciarán su destitución, y otros esgrimirán un ambiguo institucionalismo avanzando en muletillas de compromiso.

Al cabo, todo eso no será más que una nota al pie en biografías muy eruditas, algo que alguien le cuenta a los estudiantes cuando los ve aburridos para despertarlos, la anécdota de los puticlubs de Earl Warren.

El tiempo siempre pone las cosas en pespectiva.