Disputo mucho una forma de asociación inferencial que, créanme, no funciona nada bien en el mundo del Derecho argentino. La practica mucho el periodismo de investigación de escritorio powered by Google y tiene la ventaja de que es rápido y es gratis, entonces why not.
La idea presupone militancia compartida, obediencia debida, comunión o aquiescencia en toda vinculación nodal.
Lo cierto es que el ambiente del derecho argentino es sorprendentemente pequeño, y la polifuncionalidad de los actores, y cierta precarización, los expone a mil interacciones. Visto en perspectiva, esa porosidad es un elemento virtuoso en el ecosistema jurídico doméstico, hay potencial para una polinización cruzada que no se daría si funcionara con lógica estricta de burbujas aisladas entre sí, y en parte es antídoto necesario contra el parroquialismo ideológico, escuelístico, etc.
Por eso, un "jurista" (me tomo la licencia de usar un término algo solemne) de edad y nivel de desarrollo mediano habrá estado en una o dos cátedras o universidades, será invitado a media docena de Congresos/Seminarios por año, habrá publicado en una docena de revistas, habrá trabajado en un Juzgado o en el Estado, o habrá tenido una cartera de clientes seguramente diversa.
El deporte de asociación es el que propicia suponer que si Fulano comparte cátedra con Mengano, entonces piensan igual, o tienen relación de maestro-discípulo. No es así (en rigor, y lastimosamente, hay gente que comparte cátedra y ni se conoce ni se trata, o está hasta peleada).
Todo aquel que esté interesado en hacer academia no tiene un número ilimitado de opciones, sino que tiene que integrarse a una estructura existente. He conocido a chicos y chicas buenísimos que estaban -ideológicamente, técnicamente, o en ambos rubros- en las antípodas de sus reprobables cabezas de
O a veces se hace todo un cálculo sobre si alguien fue a una Universidad privada, cuando en muchos casos (especialmente en posgrados) las opciones de públicas son inviables para quien tiene que viajar.
Tampoco funciona con publicaciones (salvo que haya un claro sesgo o suerte de monopolio): yo mismo he publicado en medios tan dispares como La Vanguardia y Forbes, pasando por Página, La Nación y La Agenda, y algo parecido podría decir de los organizadores de eventos a los que he ido.
Otra cosa efectista se da con el carpeteo de clientes y sentencias. Es obvio que, sea penal o civil, un abogado habrá tenido mil clientes, y ni aunque haya sido una ONG benéfica de trabajo pro bono, podrá resistir un escrutinio de clientela: alguno habrá "malo", en el sentido de que es visibilizado como claramente culpable. Pero es una mezquindad, por ejemplo, descalificar a Arslanián porque defendió a Alderete. De otro modo, sólo quedarían como posibles virtuosos aquellos que tengan una cartera muy limitada de clientes, lo que posiblemente indique que no tenían gran predicamento en el mercado de servicios jurídicos, o por bisoños o por incompetentes.
O se hace una inferencia de que el Doctor Zarategui inició su carrera (administrativa, judicial, etc.) durante el menemismo, ergo fue menemista, lo cual suele tener tanto sentido como decir que quien la inició bajo el rectorado de Shuberoff es Franja.
Y la verdad es que, prueben, en el juego de los seis grados de Kevin Bacon se conecta a cualquiera con cualquiera. Osvaldo Ardiles está a dos pasos de Rutger Hauer, porque ambos compartieron películas con Stallone, incluso en el mismo año (1981) lo cual no puede ser mera coincidencia.
Como advertencia final: es obvio que sí podemos -y en casos importantes, debemos- escrutar con cuidado la hoja de vida de los actores públicos. Sólo digo que no hay que dejarse llevar por evidencias que pueden construirse y manipularse tan fácilmente.
Muy oportuno e interesantes observaciones!
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