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Yo "estoy" dentro de dos grupos que me definen como afiliado al gremio jurídico: "la Justicia" y la "Academia". Y pienso dos cosas.
Primero, que lo mejor que tienen ambos mundos fue conseguido por la pluralidad, continuidad e intensidad de actos esencialmente militantes, de gente que, según y conforme a lo que diré más abajo, es "militante" ( y tal vez lo es irónicamente sin reconocerse como tal).
Y segundo, que en esos dos mundos no nos sobran muchos militantes. Lo cual se comprende porque la militancia no es un disfrute. Hay algo calvinista en ella. Implica la predisposición a aceptar sacrificios físicos y a asumir cargas emocionales adversas, sin certeza alguna sobre eventuales premios personales.
En esos mundos que les conte podríamos ser autoridades mayores, empleados, auxiliares, JTPs, meritorios, ayudantes, funcionarios o secretarios, pero la mayoría de nosotros al cabo vendrá a vincularse con la institución desde un punto de vista exclusivamente instrumental.
Hago durante un cierto tiempo algo que paga mis cuentas y/o que satisface mi ego y/o que me permitirá eventualmente avanzar un casillero en la pirámide trófica de cierta estructura.
En lo que sigue hablaré más de la necesidad de la militancia en los empleados y funcionarios del Poder Judicial, pero cosas parecidas podrían decirse de la enseñanza universitaria.
Muchas veces alguien me habrá oído decir, como explicación de algo que hacemos o dejamos de hacer: "yo milito en el poder judicial". No es ironía fácil y tampoco es todavía verdad: es una aspiración. Porque la vara del militante es una vara altísima.
Qué es militar
- Una reivindicación de la acción frente a la especulación y la crítica desde afuera.
- Una cosa de humildad. Una idea de que nuestros egos son mucho menos importantes que las instituciones. El militante es un antipersonalista. Está encuadrado, no es un electrón libre. El militante prefiere la "sentencia del Tribunal" a la concurrencia o disidencia para lucirse.
- Una huida permanente de la autocomplacencia, una inconformidad esencial: el que milita piensa que algo tiene que cambiar. No le da todo lo mismo.
- Un sentido de urgencia: tiene que cambiar ahora.
- Un matiz de paciencia y templanza. Una dimensión vivencial que busca poner las cosas en su perspectiva temporal: militar es largo plazo. No es el entusiasmo adolescente intenso que se disuelve con el primer contratiempo o frustración con el superior, colega o inferior, con el primer tropiezo con la realidad.
- Autoconfianza y sentimiento del deber. El militante piensa que el sí puede hacer algo para que algo sea mejor. Y que como puede, está obligado a hacerlo. No hay lugar para Bartlebys en esto.
- Alguna vez hablamos del Código Modelo Iberoamericano de Ética Judicial, proyectado por Vigo y Atienza. El artículo 42 dice: "El juez institucionalmente responsable es el que, además de cumplir con sus obligaciones específicas de carácter individual, asume un compromiso activo en el buen funcionamiento de todo el sistema judicial". El artículo 55 dice: “El juez debe ser consciente de que el ejercicio de la función jurisdiccional supone exigencias que no rigen para el resto de los ciudadanos”. Habría más de esto, pero lo que me importa es decir: esa deontología quiere funcionarios militantes.
- Perseverancia. Ya lo ha dicho John D. Grosschin, en su obra clásica sobre gestión y conducción judicial, en palabras que hacemos nuestras: “una mala idea desarrollada con continuidad puede producir un gran éxito; y una buena idea que no se desarrolle con continuidad puede producir un gran fracaso“.
- Cierto sentido de épica por las pequeñas cosas y los gestos módicos. Orden en el despacho, amabilidad, acordarse de cumpleaños, revisar gramática, coser correctamente un expediente, ponerse en mil sentidos la camiseta, todo sin que se nos caigan los anillos. Gran frase siempre válida: el Diablo está ahí, en los rincones, en las letras chicas, en las pequeñas rutinas que subestimamos. La militancia es tambíen corporal, no meramente intelectual o ideológica.
- De donde hay necesidad de teorías y doctrinas, pero siempre con un enfoque teleológico, orientado al resultado. Hacer que las cosas funcionen bien. De nuevo, Grosschin: “la concepción es solamente una concepción. No hay obra de arte en las concepciones. La obra de arte está siempre en las realizaciones”.
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En una ola que tal vez por ahí pase pronto, se puso de moda la certificación de procesos. IRAM, ISO 9000, aplicada al Juzgado.
Tal vez necesitamos, en verdad, algo más rústico, más visceral: militancia.
[Aquí, una postdata a este post]
Maravilloso.
ResponderBorrarMuy bueno, Gustavo, y muy necesario. Venía pensando (asistemáticamente) muchas de estas cosas, desde lo que podríamos llamar un "minimalismo transformador". Una épica de las cosas pequeñas que busca transformar, consciente de los límites de la acción pero realizandolas de todos modos. La idea de cambio incremental y de efecto multiplicador de las pequeñas acciones frente a una especie de mega-ideologia del cambio que a mí, al menos, me suena paralizante. Creo que mucho de esto es lo que haces desde este blog y aprovecho para agradecerte tu militancia.
ResponderBorrarSaludos.
Gustavo,
ResponderBorrarGracias por este post.
Lo voy a guardar, a imprimir y tener a mano.
Acabo de ingresar al PJ y si bien todo lo que decís lo sentía como corazonada, verlo expuesto en letras de molde me hizo sentir realmente muy bien.
Te mando un abrazo grande y,
a militar y seguir militando.
Saludos,
PD: Ahora que acabo de escribir esto voy a otra palabra: militante. El que milita no es -ado/a, -ecto/a, ni -ista (lo más cercano podría ser el -ero/a) no es alguien consumado, terminado, completo. El que milita está en un estado permanente de militancia.
La corto acá.
Más saludos
Hace tiempo que pienso en lo mismo auqnue nunca le había dado el nombre de militancia. Coincido con la esencia del post. Y agregaría otras cosas, a todos los niveles del poder judicial: falta sentido de pertenencia u deseo de mejorar las cosas. Pero sobre todo hay en muchos empleados, funcionarios y jueces un desinterés manifiesto por las consecuencias hacía afuera del (mal) trabajo. Empleados y secretarios que cuidan su quintita y nada más, gente que cree que a medida que asciende pierde responsabilidades -como trabajar un mínimo de horas-, funcionarios y magistrados prepotentes que se creen emperadores (situación real en una Cámara Federal: el juez llega temprano y llama a la Secretaría pidiendo un ordenanza, se le contesta: "X tiene que llevar las cédulas antes de las 9 y media, y después ir a primera instancia para llevar montón de devolución atrasada"; "No importa, primero se tiene que limpiar mi despacho y además necesito que vaya a la obra social a autorizar algo y pagar una cuenta". Final de la historia, las cédulas y los expedientes no van ese día porque X, con la excusa de hacer lo que el juez le pidió desaparece hasta la 1. Juro que no es mentira, esto pasa todo el tiempo).
ResponderBorrarHay muchas pequeñas grandes cosas que habría que encarar y que estaría bien que se expandieran en muchas cabezas dentro de tribunales. Y sobre todo, a medida que se va ascendiendo, predicar con el ejemplo.
Hernán
Mendieta, gracias, viene bien de un militante que respetamos y queremos.
ResponderBorrarEste post tenía un controvertido renglón sobre quienes son militantes en la CSN. Creo que son militantes muy obvios Zaffaroni y Lorenzetti. Menos obvios pero igualmente intensos, en distintos registros, son militantes Highton y Fayt. Al resto no lo veo con espíritu militante. Pero igual, no se enrosquen con esto.
VTC y HE: pienso que no todos deberán ser militantes, pero sí que sólo un par de militantes te pueden cambiar la historia de un juzgado porque marcan sendas.
Ojo: hay gente que va 18 horas por día a la oficina y piensa que trabaja mucho. Nop, eso no es militancia, es un trabajo individual sobreextendido, que tal vez denuncia imposibilidades de delegar, de depurar tareas, tal vez no sea más que un aporte a la pesadilla más grande: el problema de la eficacia ineficiente.
Si tomase en serio este delirio sobre la militancia, yo sería un militante. Sin embargo, no veo en esto otra cosa que un ejercicio de narcisismo, la búsqueda de una identificación con el grupo, éticamente superior, de "los militantes". Participo de algunos hábitos como los adorados por Arballo, pero este aire de superioridad moral me da asco: sólo queda pendiente salir a buscar a los malos que no son militantes. En realidad Arballo ya lo hace con una absurda clasificación de los jueces de la Corte según el dosaje de militancia les encuentra en sangre.
ResponderBorrarLo que decíamos, hay gente que es militante sin saberlo.
ResponderBorrarGrosschin??
ResponderBorrarGustavo, la Argibay no te parece militante?
ResponderBorrarMuy bueno el post. Despues de la muerte de nestor, tres o cuatro amigos, me plantearon "quiero militar". A uno lo dije de un consultorio juridico gratuito n un barrio, a otro de dar clases de musica, a otro le dije de un espacio, y todos les dije, metanse en lo sindical, en los colegios profesionales, en donde sea, pero militenla. Parafraseando al diego, creo que la frase es "que la sigan militando"